El billete de 100 pesetas se emitió desde el momento en que se inició el uso de la peseta como divisade curso legal en España, lo que se acompañó con el decreto ley del 19 de marzo de 1874, mediante el cual se estableció que el Banco de España era la institución con la potestad de poner en circulación el papel moneda que se usaría para cualquier tipo de transacciones en el territorio español, algo que no fue nada fácil ya que el uso de los billetes era muy demandado, obligando a esta institución a diversificar sus proveedores.
Eso trae como consecuencia que el Banco de España haya decidido fabricar sus piezas de papel moneda con un conjunto de compañías, aunque estas primeras emisiones no ofrecían muchas garantías para evitar ser falsificados, aspecto en lo que mejoraron años más tarde (principios del siglo XX) con la corporación británica «Bradbury Wilkinson and Company», que sí pudo proveer al Banco de España de productos con las especificaciones necesarias para impedir que inescrupulosos los falsificaran, amén que podían satisfacer la demanda nacional de papel moneda.
En 1874 se fabricó el primer billete de 100 pesetas
Fue en este año cuando se puso en circulación el primer billete de 100 pesetas, que presentaba la leyenda “Banco de España” en su anverso y medidas de 170 mm de largo por 78 mm de ancho, dimensiones que cambiaron en la emisión de 1875 a 191 mm de largo x 90 mm de ancho, sucediendo lo mismo en 1876, cuando en otra emisión del billete de 100 pesetas, llegó a tener un tamaño de 171 mm de largo por 78 mm de ancho. Tenían estas piezas en común que podían ser falsificadas con facilidad, propiciado por su baja calidad de las cualidades técnicas que ostentaban.
El billete de 100 pesetas de Julio Romero de Torres
En 1953, la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre decidió realizar una nueva emisión del billete de 100 pesetas, aunque entró en circulación hacia la primera quincena de mayo de 1955. Se emitieron 981.200.000 piezas de este billete, que tiene las siguientes dimensiones: 134 mm de largo x 88 mm de ancho, y fue impreso en litografía y calcografía. El grabado fue realizado por José Luis López Sánchez Toda y el papel venía de la fábrica ubicada en Burgos, con la numeración tanto en el anverso, como en los márgenes blancos ubicados en el reverso. Salió de la circulación en mayo de 1978. En el anverso de este billete, se aprecia un retrato del pintor Julio Romero de Torres y en su reverso, un cuadro realizado por este artista: “La Fuensanta”.
El retrato del personaje que sale en el anverso es alusivo al pintor Julio Romero de Torres. Nació el 9 de noviembre de 1874 en la ciudad de Córdoba, siendo el vástago del pintor Rafael Romero Barros, teniendo como domicilio a un lugar cercano del Museo de Pinturas de esta ciudad, por lo que desde temprana edad siguió la vocación de su padre por la pintura, a tal punto que ganó una medalla de segunda clase a los catorce años, por participar en un concurso realizado en la Escuela Provincial de Bellas Artes, mostrando su predilección por el dibujo y el paisaje, lo que predominará a lo largo de su obra.
Asimismo, Romero de Torres participó en el proceso de restauración de los artesonados de la Mezquita de Córdoba y en los primeros años del siglo anterior, ejerció en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Córdoba, el cargo de auxiliar Colorido y Composición. Años más tarde, se desempeñó como vocal dentro del patronato del Museo de Pintura y en 1914, se encargó de catalogar y restaurar las colecciones, lo que le ayudó a ser nombrado ayudante del director de este recinto, sin dejar de colaborar en otras colecciones artísticas. Además, estuvo en diversos países africanos y europeos, lugares que influyeron en su obra de muchas formas.
También, fue parte de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado en Madrid, institución en la que trabajó como docente. Hacia 1929 regresa a Córdoba para superar problemas hepáticos, hasta que muere en esta ciudad al año siguiente, específicamente en mayo de 1930.
La obra de este pintor se caracterizó en un principio por fusionar el modernismo con el simbolismo, lo que se demuestra en sus cuadros cargados de luminosidad, pero que cambia en sus pinturas con las que aborda la denuncia social, ya que aquí abandona el naturalismo y recurre a colores más oscuros. Posteriormente, empieza a trabajar el género femenino desde una perspectiva mística y ensoñadora, plasmando figuras con expresiones melancólicas e intensas, lo que supone una evolución de su técnica porque realiza su arte con más precisión, aparte que ejerce un contraste entre los tonos suaves de las pieles, con los fondos oscuros. Otros aspectos destacables de las pinturas de Julio Romero de Torres, son sus tributos al amor, la fiesta brava, el flamenco y la muerte.
En cuanto a su obra que sale en el anverso de este billete de 100 pesetas, “La Fuensanta”, es de sus últimas creaciones artísticas y se trata de un óleo sobre un lienzo de 100 cm de alto por 80 cm de ancho y para realizarlo, el pintor recurrió a la modelo María Teresa López. La fecha de este cuadro es de 1929, año en que se exhibió dentro del Pabellón que la ciudad de Córdoba tuvo en la Exposición Iberoamericana llevada a cabo en Sevilla.
En este cuadro se observa a la modelo sentada con su cuerpo girado, aunque sin dejar de mirar al espectador, mientras abraza a un cántaro de cobre y usando una indumentaria simple, que consiste en una falda roja, así como camisa blanca acompañada con un manto ocre que resalta ante el fondo de tonos neutros. En la sección central de “La Fuensanta”, se observa que la modelo está cargada de luminosidad, ya que en el rostro de la modelo se aprecia un claro de luz, con el que llama la atención del espectador porque destaca a sus ojos oscuros y el brillo del cántaro de cobre.
Es interesante conocer que este cuadro sirvió para el anverso de un billete de 100 pesetas, porque Julio Romero de Torres tenía la plena intención de venderlo previo a su exposición en la Exposición Iberoamericana de 1929.
El billete de 100 pesetas de 1965 con Gustavo Adolfo Bécquer
Este billete de 100 pesetas de 1965, presentó en su momento una serie de novedades, ya que en el anverso, específicamente en la esquina opuesta donde se ubica el retrato de Gustavo Adolfo Bécquer, se puede apreciar algunos versos de este escritor sevillano mediante el grabado hecho por Alfonso Sánchez Toda, particularidad que no será vista en otro billete emitido en España.
Mientras que en el reverso de este billete de 100 pesetas, se puede observar a una mujer con aspecto romántico en la sección central, que permanece sentada en un lugar público mientras lee un libro en horas vespertinas, usando un sombrero con plumas, así como un vestido con encajes y un parasol para resguardar su piel de las inclemencias producidas por los rayos del astro rey. Al lado de la imagen de esta dama, hay una marca de agua en la que puede ver a otra mujer con una indumentaria romántica similar y una parte de la Catedral de Sevilla, lugar donde nació este escritor y hacia el cielo en este sitio, se aprecian un conjunto de golondrinas volando entre las nubes.
El Banco de España encargó la fabricación de este billete el 19 de noviembre de 1965, aunque entró en circulación cinco años más tarde, es decir, en diciembre de 1970, prácticamente a los 100 años de la desaparición física de este poeta y se retiró de la circulación nacional en mayo de 1978, mientras coexistió con los primeros billetes de la monarquía encabezada por Juan Carlos I.
La tirada de este billete de 100 pesetas se ubicó en 442.138.000 millones de piezas, encargándose en un principio 200 millones de piezas, pero en junio de 1971 se pidieron más de 100 millones de billetes adicionales, complementados con 64 millones de piezas en julio de 1972 y otras 40 millones a finales de ese mismo año. Las dimensiones de este billete de 100 pesetas, fueron de 139 mm de largo y 88 mm de ancho.
En cuanto a Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, su natalicio tuvo lugar en Sevilla en 1836, falleciendo en Madrid 34 años más tarde. Se le considera al igual que a Rosalía de Castro, como uno de los mayores referentes de la poesía posromántica y pionero de la poesía española de los tiempos contemporáneos, influenciando con su trabajo a poetas como Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado y Rubén Darío, así como a quienes conformaron a la generación del 27.
Tanto su padre como su hermano Valeriano se avocaron a la pintura, y adoptó al igual que ellos el apellido de sus antepasados (Bécquer), para firmar las obras que hacía. Cuando alcanzó la edad de 10 años ya era huérfano de sus progenitores y siempre estaba pendiente de su hermano a pesar que ambos fueron cuidados por su tía materna. Debido a la ausencia de su padre, Gustavo Domínguez abandonó sus estudios de pintura, a tal punto que en 1854 decide emigrar a Madrid, para emprender su carrera en el ámbito literario mediante el proyecto Historia de los templos de España, solo que no consiguió con esto el éxito anhelado, a tal punto que únicamente publicó un tomo. Por motivos económicos, se dedica al periodismo y a realizar adaptaciones de obras teatrales francesas, en lo que laboró con la compañía de Luis García Luna.
Su primera Leyenda la publicó cuando enfermó mientras estaba en Sevilla y duró nueve mees en cama, tiempo en el que conoció a Julia Espín, con quien sostuvo una relación amorosa hasta que ella lo dejó en 1860. Espín, fue la musa en las Rimas más tristes que Domínguez expresa en esta Leyenda.
En 1861, contrae matrimonio con Casta Esteban, mujer con la que procrea a tres hijos a pesar que ambos nunca fueron felices, por lo que Domínguez decidió enfocarse en su trabajo y a estar con su hermano. Entre 1861 y 1865, Gustavo tuvo sus años más importantes como escritor, ya que fue el período en el que llegó a crear gran parte de sus Leyendas, redacto una serie de crónicas periodísticas y las Cartas literarias a una mujer, con las que expone sus teorías sobre el amor y la poesía. Estando en el Monasterio de Veruela (Zaragoza), donde descansaba por sufrir de tuberculosis, escribió Cartas desde mi celda, texto con el que expresa una serie de descripciones alusivas a distintos paisajes.
En 1866, trabajó como censor oficial de novelas y se enfoca con sus Rimas y Leyendas, cuyas publicaciones se englobaron en la publicación “El Museo Universal”. Sin embargo, pierde su empleo en 1868, producto de la revolución La Gloriosa por la que Isabel II decidió salir de España, aparte que su mujer decide abandonarle.
Por ende, regresa a Toledo para vivir junto a su hermano, con quien termina de crear el manuscrito de las Rimas, cuyo ejemplar original se perdió en el saqueo de su hogar durante esta revolución. Al regresar a Madrid, fue nombrado director de “La Ilustración de Madrid”, revista en la que trabaja con Valeriano, quien se encargaba de realizar las ilustraciones, hasta su muerte en septiembre de 1870, lo que produjo una gran depresión a Gustavo que presintió fallecer próximamente, por lo que decidió darle a su amigo Narciso Campillo los originales de sus obras, para que luego de su muerte se hiciera cargo de los mismos. El deceso de Gustavo Domínguez ocurrió un 22 de diciembre de 1870.
A la final, Casado Alisal concretó la publicación de dos volúmenes de sus Obras Completas en 1871, a los que les agregó otros escritos en las ediciones venideras.
El billete de 100 pesetas con Manuel de Falla
Como una forma de rendir tributo a la labor artística del compositor Manuel de Falla, el Banco de España decidió encargar la producción de un billete de 100 pesetas para el 17 de noviembre de 1970, aunque fue puesto en circulación nacional el 20 de marzo de 1974. La imagen que se aprecia en el anverso, consiste en el busto de este compositor gaditano, gracias al grabado ejecutado por Antonio Manso Fernández, apareciendo el mismo busto en la marca de agua de este billete de 100 pesetas. Al reverso, se aprecia el Patio de los Surtidores del Generalife de Granada, gracias al grabado de Daniel Carande. La impresión de este papel moneda se hizo en litografía y calcografía, con dimensiones de 134mm de largo x 77 mm de ancho.
Ahora bien, al instaurarse la Monarquía en 1975 y debido a las sucesivas devaluaciones monetarias por las crisis económicas persistentes, en aquel entonces el Ministerio de Hacienda determinó la creación una comisión para estudiar y modificar del Sistema de Moneda Metálica.
A pesar que el Banco de España se inclinaba por sacar de circulación al billete de 100 pesetas, las monedas que se acuñaron entre 1975 y 1980 eran muy grandes y no tuvieron mucha circulación, por lo que esta comisión realizó un informe en 1981, por la que comentaba que se necesitaba modificar el sistema monetario español, poniendo en circulación en 1982, la moneda de 100 pesetas que se conoció como “la chocolatina” y que tuvo una gran aceptación por parte de la gente, lo que hizo que este fuera el último billete de 100 pesetas, que si bien fue retirado por los bancos en los años venideros, se mantuvo vigente hasta que llegó el euro.
En cuanto a Manuel Falla, nació en Cádiz el 23 de noviembre de 1876, recibiendo sus primeras nociones de solfeo de parte de su madre, quien sabía interpretar el piano y después aprende contrapunto y armonía. En su adolescencia, decide abordar el periodismo y la literatura, creando junto a sus amigos la revista “El Burlón”, hasta que en 1893 acude a un concierto que se realizó en Cádiz, donde descubre su vocación por la música española, lo que le impulsa a dirigirse al Conservatorio de Madrid, en el que recibió las enseñanzas de Felipe Pedrell. Asimismo, consiguió el primer premio del concurso que convocó la Real Academia de Bellas Artes.
En los primeros años del siglo XX se traslada a París, lugar donde conoce a Isaac Albéniz, Maurice Ravel y Claude Debussy, quienes influyeron en su obra “Noches en los jardines de España”. Regresa a España en 1914, para componer obras como “Siete canciones populares españolas para voz y piano”, “El amor brujo”, “Fantasía bética para piano” y “El sombrero de Tres Picos”, aparte que ejecutó una adaptación basada en el “Retablo de Maese Pedro”, un episodio de Don Quijote de la Mancha, junto a su gran amigo Ignacio Zuloaga, quien trabajó en la escenografía de esta obra.
En las últimas dos décadas de su existencia trabajó en la cantata escénica, específicamente con la obra “La Atlántida”, que se basaba en una poesía de Jacint Verdaguer, con la que comunicaba lo que le preocupaba a nivel humanístico, filosófico y religioso. Luego de la Guerra Civil, se exilia en Argentina, donde murió en noviembre de 1946.
En cuanto a este billete de 100 pesetas, el Banco de España optó por colocar en el anverso el retrato sobre este compositor que pintó Ignacio Zuloaga, mostrando a un Manuel de Falla en su madurez, cuadro que se puede apreciar en el Museo Ignacio Zuloaga-Castillo, imagen que también fue usada en un sello de 25 pesetas para emplearlo en el servicio de correo aéreo.
En el reverso de este billete de 100 pesetas está el Patio de los Surtidores, aunque su nombre real es el Patio de la Ría o Patio de la Acequia, asentado en las pendientes pertenecientes al Cerro del Sol. Fue el lugar de recreación y esparcimiento que frecuentaban los reyes granadinos, en el momento que estos decidían salir de la Alhambra y fue construido entre el siglo XIII y el siglo XIV, para ser redecorado por Abu I-Walid Isma’il, quien fue el segundo sultán de la dinastía nazarí. Este patio en la actualidad conecta dos series de edificaciones y como se han hecho muchas restructuraciones y modificaciones, no es posible saber el aspecto que originalmente tenía.